La tiza, el maestro y el mercachifle

Julio César Londoño

La insistencia en la necesidad de fomentar la investigación, mejorar la cobertura y la calidad, bajar la deserción y subir los presupuestos por encima del IPC son medidas que hasta los columnistas y los sargentos han aplaudido. Los estímulos a la inversión privada (con sus bondades y sus colmillos) y el reconocimiento de que la educación debe ser una actividad subsidiada, conforman una pareja excéntrica pero inevitable en estos tiempos eclécticamente chinos.
La reforma es de tipo gerencial, y eso está bien. Bueno, más o menos bien, porque los gerentes hacen todos lo mismo: quieren que todas las empresas sean autosostenibles, ojalá lucrativas, fusionan despachos, meten 40 estudiantes donde caben 20, liquidan las horas extras a precio de horas hábiles, despiden tres secretarios, nombran subdirector de sección al único sobreviviente y corren meneando la cola donde el patrón para mostrarle sus pírricos indicadores.

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